La doble vida de Anna Song

«La vida consiste en pasar el tiempo preparándose para algo que no llega nunca», escribió Yeats. Eso es lo que le ocurrió a la pianista -Anna Song, de padres vietnamitas, quien, por enfermedad, no pudo convertirse en la gran concertista que estaba destinada a ser por su sensibilidad musical y depuradísima técnica. Ante la imposibilidad de actuar ante el público, toda su pasión por la música y con las fuerzas que le quedaban- la encauzó en registrar, con la ayuda y conocimientos como productor de su marido, Paul Desroches, una vasta y perfecta obra discográfica, aplaudida por los más exigentes críticos. 

El relato transcurre, en su estructura literaria, en dos bloques paralelos: la voz en primera persona de Paul, que cuenta su historia de amor y admiración por Anna desde que eran unos niños, y el descubrimiento deslumbrador por parte de los críticos de la excepcional calidad de las interpretaciones de Anna, que, sorprendentemente, se transforma en una virulenta censura cuando sale a la luz, con gran escándalo, que ella no ha registrado ni una sola nota de su discografía, pirateada y manipulada por su enamorado marido. 

Es cierto que existe impostura, falsificación y oprobio en La doble vida de Anna Song, pero hay a la vez una defensa de la pasión amorosa y del derecho a que por amor se invente y se legitime la vida ideal que hubiéramos deseado para la persona amada.